Cuando una mariposa muere en Japón, siete niños nacen en Arabia Saudita, regularizamos la educación y los campeones nacen ya en grupos de a mil para definir sus preferencias sexuales antes de los 40.
La iglesia se alía con la monarquía para garantizar mandatos de otros 4 años y esas princesas nórdicas tan lindas son homologas de las bellezas de abajo, si del continente de hierro.
Al mismo tiempo los animales a su paso en la misma carrera de la vida sostienen debates sobre el tratado de Kioto y esa extinción que se muestra como inevitable. El aire al no tener voz, trata de hacerse entender a través de los humanos, 6000 millones de simios vestidos de algodón que les encanta regalarle de esos cigarrillitos gigantes mata sus putos pulmones.
Ni hablar de las malditas sectas, condenados viciosos de orejas, enredadores sin par, dados a la matanza de ideas propias, boicoteadores de bibliotecas y ladrones irrespetuosos de los derechos de autor.
Productos son en su total del mismísimo producto de otro orangután megalomaníaco de quien nadie conoce el nombre pero todos parecen culpar a las figuras más representativas del siglo XX.
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